Artículo: El "arte" de adiestrar. Extraido del blog La Caja Verde
Buenas
Aquí os copio y pego un artículo del blog La caja verde:
"
Es sabido que soy un firme y activo defensor de la necesidad de incorporar conocimientos consistentes a la base de nuestro trabajo, sin eso nuestro oficio quedaría, por anacrónico, fuera del mundo que lo rodea. El adiestramiento de perros ha evolucionado mucho en los últimos años, y ha sido para bien.
Sin embargo el rumbo actual también tiene escollos, algunos más insidiosos por estar más ocultos y no mostrarse con claridad.
Uno de los peores es, por seguir principios generales demostrados, ignorar la importancia de los individuos concretos, adiestrador y perro, que participan en el adiestramiento. Por muy técnico y científico que queramos que sea nuestro trabajo, negar o considerar secundario el hecho -evidente para cualquier adiestrador con oficio- de que no existen dos perros que aprendan y trabajen exactamente igual, necesitando de un entrenamiento individualizado, sólo es una muestra de pedantería y, si no de ignorancia, sí de inexperiencia.
Todos los que preparan perros para alguna disciplina deportiva o de utilidad saben que es usual que al aconsejar a un compañero sobre un punto problemático de su entrenamiento -y todos hemos estado a ambos lados del consejo- la respuesta sea: “sí, sí, pero es que este perro es muy especial en algunas cosas”. Y es cierto, es un recordatorio de que si todos funcionaran igual con las mismas técnicas, nadie tendría problemas, vienen a decirnos “yo también me sé los conceptos básicos y estuve en ese mismo seminario, pero con mi perro el trabajo estándar no da los resultados estándar, si fuera así no fallaría en ese ejercicio. Ahora necesito algo particular y exclusivo para este perro”.
Ese es el arte de adiestrar, un concepto que quizá ha sido usado de una manera algo hiperbólica durante mucho tiempo y que ahora la ciencia de adiestrar parece haber convertido en sospechoso. Para mí no lo es, porque conozco y he vivido los tiempos en los que no existía el caudal de información actual, donde la dificultad formativa está en seleccionar los textos, los seminarios, los curso, los vídeos a los que vamos a dedicar nuestros recursos y atención.
Hace no tantos años la información era un goteo escaso y angustioso, los adiestradores tenían que hacer mucho con muy poco, usando un diez por ciento de conocimientos y un noventa de arte, entendiendo por arte la primera de las acepciones de la academia: virtud, disposición y habilidad para hacer algo. Y había mucho de las tres cosas en los adiestradores y en el adiestramiento.
Esto exigía mucha sinceridad y modestia frente al adiestramiento, frente al perro. Era imposible olvidar que adiestrar y guiar cada perro es un camino propio, no una generalidad, y que cada adiestrador tenía más talento para unos u otros perros y con cada nuevo ejemplar que entrenaba y guiaba era necesario volver a aprender a adiestrar, porque intentar los mismo con todos era una vía directa y segura al fracaso o, lo que es peor, a la atonía, a un adiestramiento vacío de emociones (en una ocasión uno de mis formadores me hizo notar que un figurante técnicamente impecable, por su falta de pasión, hacía que los perros que trabajaba sistemáticamente se fueran apagando hasta mostrar un servicio de protección cumplidor pero soso y anodino). Y esa es la peor de las mediocridades.
Es cierto que eso llevaba en muchos casos a sensaciones de frustración y estas en demasiadas ocasiones al maltrato, pero no es menos cierto que el esfuerzo, la implicación e ilusión también eran mayores y cuando las cosas salían había una cierta sensación de magia que se ha perdido. Ahora si algo no funciona enseguida es frecuente ver a gente que tuerce el gesto o empieza a desconfiar del adiestrador, la técnica o el sistema, lo que no es mejor ni peor, sino una consecuencia de la evolución y tecnificación del proceso. Pero yo no cambiaría por nada esos momentos de sorpresa.
Conrad (siempre Conrad) vivió como marino el paso de la navegación comercial a vela a la navegación a vapor y describió perfectamente lo que sucedía: hasta ese momento todos los navegantes eran descendientes de los anteriores, era un mismo arte perfeccionado y afinado con el paso del tiempo, sin embargo la navegación a vapor, que se basaba en principios diferentes y vivía otro tipo de dificultades y riesgos rompía la línea continua. Los navegantes a vapor eran sucesores y no descendientes de quienes les precedían y no tendrían las mismas incertidumbres y miedos, llegado el momento dejarían de entender por qué hacían lo que hacían los navegantes a vela.
Algo muy semejante parece estar pasándonos en el adiestramiento, donde algunos nuevos compañeros, formados única o principalmente en la ciencia de adiestrar yerran al mirar con desconfianza o superioridad a esos predecesores nobles que supieron hacer tanto con tan poco, allanando el camino y sufriendo (pero también disfrutando) el adiestramiento como quienes empiezan ahora no podrán nunca imaginar.
No debemos abandonar la ciencia del adiestramiento, que es la realidad actual, y la mejor respuesta a los interrogantes de la profesión, pues intentar una vuelta al pasado, por atractivo que nos parezca, no es sino artificio y fingimiento, pero mejoraremos sustancialmente si dejamos que nuestra ciencia de adiestrar sea lo bastante permeable como para que, en sus abundantes huecos y límites, nos penetre y ayude al arte de adiestrar, que nunca debió soltar nuestra mano, para llevarnos por el camino correcto, recordándonos que, en cierta medida, es necesario olvidar todo y aprenderlo de nuevo al entrenar y guiar a cada perro que entra en nuestras vidas, ya sea a nivel personal, profesional o deportivo."
Aquí os copio y pego un artículo del blog La caja verde:
"
Es sabido que soy un firme y activo defensor de la necesidad de incorporar conocimientos consistentes a la base de nuestro trabajo, sin eso nuestro oficio quedaría, por anacrónico, fuera del mundo que lo rodea. El adiestramiento de perros ha evolucionado mucho en los últimos años, y ha sido para bien.
Sin embargo el rumbo actual también tiene escollos, algunos más insidiosos por estar más ocultos y no mostrarse con claridad.
Uno de los peores es, por seguir principios generales demostrados, ignorar la importancia de los individuos concretos, adiestrador y perro, que participan en el adiestramiento. Por muy técnico y científico que queramos que sea nuestro trabajo, negar o considerar secundario el hecho -evidente para cualquier adiestrador con oficio- de que no existen dos perros que aprendan y trabajen exactamente igual, necesitando de un entrenamiento individualizado, sólo es una muestra de pedantería y, si no de ignorancia, sí de inexperiencia.
Todos los que preparan perros para alguna disciplina deportiva o de utilidad saben que es usual que al aconsejar a un compañero sobre un punto problemático de su entrenamiento -y todos hemos estado a ambos lados del consejo- la respuesta sea: “sí, sí, pero es que este perro es muy especial en algunas cosas”. Y es cierto, es un recordatorio de que si todos funcionaran igual con las mismas técnicas, nadie tendría problemas, vienen a decirnos “yo también me sé los conceptos básicos y estuve en ese mismo seminario, pero con mi perro el trabajo estándar no da los resultados estándar, si fuera así no fallaría en ese ejercicio. Ahora necesito algo particular y exclusivo para este perro”.
Ese es el arte de adiestrar, un concepto que quizá ha sido usado de una manera algo hiperbólica durante mucho tiempo y que ahora la ciencia de adiestrar parece haber convertido en sospechoso. Para mí no lo es, porque conozco y he vivido los tiempos en los que no existía el caudal de información actual, donde la dificultad formativa está en seleccionar los textos, los seminarios, los curso, los vídeos a los que vamos a dedicar nuestros recursos y atención.
Hace no tantos años la información era un goteo escaso y angustioso, los adiestradores tenían que hacer mucho con muy poco, usando un diez por ciento de conocimientos y un noventa de arte, entendiendo por arte la primera de las acepciones de la academia: virtud, disposición y habilidad para hacer algo. Y había mucho de las tres cosas en los adiestradores y en el adiestramiento.
Esto exigía mucha sinceridad y modestia frente al adiestramiento, frente al perro. Era imposible olvidar que adiestrar y guiar cada perro es un camino propio, no una generalidad, y que cada adiestrador tenía más talento para unos u otros perros y con cada nuevo ejemplar que entrenaba y guiaba era necesario volver a aprender a adiestrar, porque intentar los mismo con todos era una vía directa y segura al fracaso o, lo que es peor, a la atonía, a un adiestramiento vacío de emociones (en una ocasión uno de mis formadores me hizo notar que un figurante técnicamente impecable, por su falta de pasión, hacía que los perros que trabajaba sistemáticamente se fueran apagando hasta mostrar un servicio de protección cumplidor pero soso y anodino). Y esa es la peor de las mediocridades.
Es cierto que eso llevaba en muchos casos a sensaciones de frustración y estas en demasiadas ocasiones al maltrato, pero no es menos cierto que el esfuerzo, la implicación e ilusión también eran mayores y cuando las cosas salían había una cierta sensación de magia que se ha perdido. Ahora si algo no funciona enseguida es frecuente ver a gente que tuerce el gesto o empieza a desconfiar del adiestrador, la técnica o el sistema, lo que no es mejor ni peor, sino una consecuencia de la evolución y tecnificación del proceso. Pero yo no cambiaría por nada esos momentos de sorpresa.
Conrad (siempre Conrad) vivió como marino el paso de la navegación comercial a vela a la navegación a vapor y describió perfectamente lo que sucedía: hasta ese momento todos los navegantes eran descendientes de los anteriores, era un mismo arte perfeccionado y afinado con el paso del tiempo, sin embargo la navegación a vapor, que se basaba en principios diferentes y vivía otro tipo de dificultades y riesgos rompía la línea continua. Los navegantes a vapor eran sucesores y no descendientes de quienes les precedían y no tendrían las mismas incertidumbres y miedos, llegado el momento dejarían de entender por qué hacían lo que hacían los navegantes a vela.
Algo muy semejante parece estar pasándonos en el adiestramiento, donde algunos nuevos compañeros, formados única o principalmente en la ciencia de adiestrar yerran al mirar con desconfianza o superioridad a esos predecesores nobles que supieron hacer tanto con tan poco, allanando el camino y sufriendo (pero también disfrutando) el adiestramiento como quienes empiezan ahora no podrán nunca imaginar.
No debemos abandonar la ciencia del adiestramiento, que es la realidad actual, y la mejor respuesta a los interrogantes de la profesión, pues intentar una vuelta al pasado, por atractivo que nos parezca, no es sino artificio y fingimiento, pero mejoraremos sustancialmente si dejamos que nuestra ciencia de adiestrar sea lo bastante permeable como para que, en sus abundantes huecos y límites, nos penetre y ayude al arte de adiestrar, que nunca debió soltar nuestra mano, para llevarnos por el camino correcto, recordándonos que, en cierta medida, es necesario olvidar todo y aprenderlo de nuevo al entrenar y guiar a cada perro que entra en nuestras vidas, ya sea a nivel personal, profesional o deportivo."
Comentarios
Publicar un comentario